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>> jueves, 4 de junio de 2009

Temblé , todo mi cuerpo se estremeció con un nuevo latigazo de dolor. Situada en una perpetua cama de hospital, miré de nuevo a mi alrededor para darme cuenta que me encontraba completamente sola. Todos se habían marchado por orden explícita del médico. Lo mejor era que descansara y que los calmantes me hicieran efecto. Aún no había notado ningún cambio en mi dolorido cuerpo, solo una agonía algo menos ¿agónica? Ni siquiera tengo fuerzas para pensar en un digno sinónimo. Me remuevo en la cama de nuevo, un pequeño gemido de dolor logra escaparse de mis labios entreabiertos. Mis huesos parecen haberse convertido en papilla, ya ni  los siento. Siendo sinceros, ya no siento nada, ni siquiera el sufrimiento que padece mi joven cuerpo y que me retuerce por dentro es significativo. Mi boca intenta cantar una melodía, solo con el fin de distraerme hasta que la parca se llevara mi alma. Sabía que no duraría demasiado postrada en aquel lecho de muerte. Por más que los médicos dijeran, animaran o trataran de atenuar los hechos próximos en mi fuero interno tenía la certeza de que no pasaría de ésta noche. No poseo ni la edad de diecisiete años y en lo único que puedo pensar es en la muerte ¿algo contradictorio no creéis? A pesar de mi enfermedad siempre he sido una chica vital, trataba de que mi existencia fuera lo más grata posible, al menos para dejar algo bueno de mi en la vida terrenal. Como dicen, muere joven y deja un bonito cadáver ¿no? Mi cabeza empieza a desvariar, lo noto en cada frase que pienso. Tampoco estoy en mi mejor momento, lo cierto es que es el peor momento de mi corta existencia. Y lamentablemente, el último. Noto como el cansancio hace acto de presencia, pero no quiero caer en un sueño profundo, podría ser la última vez que tuviera tiempo para pensar en todo lo que ha sucedido, la última vez para pensar en el transcurso de mi vida, en él. Como la mayoría de las estúpidas adolescentes, etapa que odio con todo mi ser, estoy completamente enamorada de mi mejor amigo, y por supuesto él no tiene ni la más remota idea. No es que no haya tenido las ocasiones suficientes para decírselo  y no me haya mostrado algo más cariñosa que una amiga (o por lo menos lo intenté) pero él es como si oyera llover, realmente llegué a pensar que me había enamorado de alguien un poco tonto, luego caí en la desastrosa cuenta que pudiérase dar el caso que simplemente huía de mis sentimientos. Di por válido aquel pensamiento y en los últimos meses dejé de intentar acercarme a él de aquella manera, ciñéndome solo a la amistad que nos unía. 

De pronto, una fuerte opresión en el pecho me hizo despertar de aquello, me faltaba el aire, casi sentía como algo o alguien me lo robaba poco a poco. Con esfuerzo prendí el botón de aviso y dejé caer mi brazo, que instintivamente fue a parar a mi garganta, la cual luchaba por conseguir oxígeno y enviárselo a los órganos vitales con el único propósito de seguir subsistiendo. Casi en un suspiro la habitación se llenó de batas blancas que pululaban a mi alrededor. No percibía casi sonido, solo llegó a mi débil  audición un sollozo, un llanto pausado pero continuo. Supe al instante que aquello provenía de mi madre, que permanecía petrificada en la puerta. Yo no podía seguir haciéndole algo así, ella sufría por mi culpa. La mascarilla parecía no funcionar y el aire seguía faltándome. Colocaron una bomba manual en mi boca, dándome ventilación artificial. Una decisión repentina me hizo dejar de respirar y simplemente esperar a que todo pasara lo más rápido posible. Oí algunas exclamaciones y gritos del médico, me animaba a seguir, pero aquello era mucho más fuerte que yo, todos sabían que no lo conseguiría. Era el momento de marcharse y descansar en paz. Sin desearlo lo más mínimo, recordé el último momento a su lado, fue sin querer, una broma de mi subconsciente, como de nuevo me dejaba en el portal y se llevaba mi corazón entre sus manos, siempre sin valor para decirle que le amo más que a mi propia vida. Antes de que el tiempo se llevara mi alma y yo cayera en una inconsciencia perpetua, sus labios aparecieron en mis ojos como un engaño de mi mente, sentí su calor y su suavidad. Y en un susurro del viento se lo dije: Amarte es para siempre.

 

* * *

 

Su débil cuerpo se estremeció entre las finas sábanas empapadas en sudor frío, aquel que desprendía y formaba una fina película húmeda sobre su rostro. Se removió en la cama, sintió como algo dentro se rompía en mil pedazos. Cerró los ojos con fuerza al sentir que caía en una profunda somnolencia. Su cuerpo se relajó entre las mantas de aquel tálamo y dejó que las manos de Morfeo le llevaran a un sueño difícil de explicar.

Un fogonazo de luz blanca cegó sus mirada, haciendo que en un movimiento instintivo tapara sus ojos con la mano, y los entrecerrara para ver exactamente donde se encontraba. En el fondo él sabía que aquello era una burda irrealidad, pero su fuero interno le advertía de algo que superaba los límites de los sueños. Aquella traslúcida luz se fue convirtiendo en una especie de Campo Elisio, la hierba húmeda se postraba bajo sus pies, el gélido viento que allí se respiraba calaba hasta lo más profundo de los huesos. Una inexplicable angustia reinaba en su corazón, algo inseguro avanzó a paso lento. El Sol reinaba un cielo entremezclado con los tonos anaranjados, casi dibujados con acuarela, que se terminaban de ver en un verdor que provenía del más lejano horizonte. A cada una de sus pisadas con pies descalzos iba apareciendo un paisaje primaveral, el bochorno se pegaba en la piel ahora, casi resultaba agradable el rocío de la hierba. Agudizó la vista un poco, allí, casi rozando el final del paisaje, una joven de cabellos morenos y cabeza gacha se mecía en un viejo columpio. El sonido del óxido acompañaba la voz de aquella chica, que ahora levantaba la vista para fijarla en la de él. Sus profundos ojos azules océano sonrieron al verle allí. Él sin querer les devolvió el gesto. En ningún momento su melodiosa voz había dejado de cantar. En su sonrisa torcida él pudo leer sin dificultad alguna que aquello era una despedida. Ella pensaba mentirle despiadadamente, llenándole de anheladas esperanzas en un sueño que se perdería en algún lugar de su memoria. Él casi corrió la distancia que les separaba, se posó delante de ella, que seguía meciéndose con lentitud. De pronto paró y le volvió a mirar a aquellos ojos avellana. Ella volvió a sonreír, pero esta vez la felicidad no le subió a los ojos, casi era una mueca forzada.

 

-Emily…-Susurró al viento.

-No pasa nada Derek.-Se irguió y le cogió las manos, tocándolas con suavidad.- Estoy contigo ahora…

-¿Que pasa Emily?-Dijo ya nervioso por la respuesta que iba a recibir.-¿Qué es todo esto?

-No estoy segura de lo que significa…-Dijo bajando la cabeza, ya que las lágrimas amenazaban con abordar su níveo rostro.- Yo solo estoy aquí para despedirme de ti, ni siquiera se porqué el paisaje, porqué este vestido, porqué ahora, solo sé que tengo que dejarte ir en sueños.

-¿Dejarme ir?-Preguntó extrañado.-No entiendo…

-Estoy muerta.-Cortó, su voz se veía afectada por las lágrimas que bajaban por su garganta.-Una enfermedad me arrebató la vida esta noche, no os dije nada nunca porque no quería que me tuvierais lástima, deseaba que me quisierais por como era y no por lo que había detrás. Ellos me dejan despedirme de ti, desean que me vaya en paz al otro mundo. No pueden dejar que algún espíritu se marche sin tener todo atado y bien atado en la vida terrenal. Solo quiero que sepas que estoy completamente enamorada de ti.-Ahora le miraba directamente a los ojos, una mirada que reflejaba todos los sentimientos ocultos.-Siempre lo he estado, no podía irme sin que lo supieras…

 

No la dejó terminar, se apoderó de sus pálidos labios, agarrándola de la cintura dulcemente y atrayéndola hacía sí. Ella entreabrió la boca con el intento nulo de respirar, él lo aprovechó para hacer el beso más profundo. Emily se marchaba, se marchaba el amor de su vida. Dejaron que la noche pasara, querían que su adiós fuera lo más grato posible. Los primeros besos siempre llegan en mitad de una frase, la frase de despedida por su parte. Derek nunca llegó a creérsela del todo, su corazón no podía aceptar que la perdería para siempre. Sus vidas solo costaban un Te quiero en los labios del otro. Aún que sonara contradictorio aquello la llenaba de vida por instantes, aquel sueño dentro de un sueño era lo único que importaba ahora.



Mi historia de Sant Jordi para el instituto, quedé tercera. 

1 PUNTOS DE VISTA:

Fimbulwinter 4 de junio de 2009, 11:19  

yo te hubiera puesto primera. está muy bien descrito^^
Un saludo y un beso :p