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Ajena

>> domingo, 7 de diciembre de 2014

Las luces de los locales iluminaban su rostro, dándole algo de belleza innecesaria al hecho de que ella ya estaba sonriendo. Porque era de aquellas sonrisas que hacen que te gires y que ni siquiera te des cuenta de que es imposible que alguien como ella pueda existir. Provoca que tu interior se encienda e inicie incendios forestales en el bosque oscuro que parecía tu vida. Te quema, te prende en llamas y solo puedes quedarte a observar como tu cuerpo se convierte en cenizas mientras la miras, haciéndote creer que se quedará para siempre a tu lado. Y te rindes a sus brazos de sirena, porque es la única forma en la que podrías seguir respirando.
Se hace eterna en tus noches de cerveza y cigarros, de la cual solo te queda el recuerdo grato de un par de polvos, material suficiente para correrte gritando su nombre. No sé si ya sabes a quien me refiero, pero tiene los ojos más tristes que he visto en mi vida. Son negros cuando una tormenta está a punto de iniciarse en ellos, como el fondo de un pozo en el que caerás al primer roce de labios y solo esperarás a que ella, en su enorme gracia, tenga la intención de sacarte.
En realidad es posible que intente rescatarte, pero ella te ayudará, quedándose en tu lugar. Aunque nunca estarás seguro si no fue ella la primera en tocar fondo de los dos. Porque bajo aquella fachada de chica atormentada que baila como una posesa cuando suena su canción, no hay más que una chica asustada que espera a ser salvada. No por ti, ni siquiera por mi, por alguien al que se aferrará el resto de su vida. Mientras te hace creer que controla la situación y mantiene las barreras de su castillo arriba, a pesar de que nadie se da cuenta de que son puro hielo y que con un poco de calor, podrían derretirse.
Ella no se marcha, solo se distancia. Alejando los sentimientos de su cabeza, porque no puede soportar la idea de que la vuelvan a dañar de nuevo. Y se escuda en el sexo esporádico y las libertad que se vuelve esclava en cuanto esas palabras salen de su boca.

Porque es ella. El sueño de cualquier escritor enamorado de la luna. La peor pesadilla para cualquiera que no sepa dónde acaba su dolor y empieza el propio.

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Invisible

>> martes, 3 de junio de 2014

Me colé como el viento
Entre los resquicios de tu nombre,
Rompiendo tus ventanas en cristal infinito
Haciendo de mi caos tu aire.

Te recorrí en secreto,
Sintiéndome agua en cada roce,
Perdiéndome por la senda de tu cuerpo
Desgarrándome en cada una de tus esquinas
Donde un día me encantó quedarme clavada, desangrándome.

Sentí como tus manos me atrapaban,
Y dejé aferrar mi intangibilidad en un intento desesperado por tenerte.
Acerqué mi boca a tu oído,
Percibiendo como mi fría ausencia erizaba tu piel,
Para pedirte,
Para implorarte,

Por favor, ahora, respírame”.

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La Morgue

>> viernes, 4 de abril de 2014


La tumbé y quemé mis ganas sobre su piel marmórea, queriéndosela arrancar a jirones para que no quedara parte de su anatomía por recorrer. Deseé quedarme toda mi vida en su interior, avivando la muerte de mis gemidos en sus labios morados. La petite morte llegó inesperada y dejándome sin aliento. Aunque todo aquel placer habría fluido mejor si ella hubiese estado viva para poder disfrutarlo.

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>> viernes, 12 de julio de 2013



- Se marchó. Y, aunque no lo hiciese del todo, notas como ese vacío crece inmenso en tu interior. Porque ya no existen las noches infinitas. Ni las caricias eternas. Tampoco los amaneceres compartidos entre las sábanas. Se marcharon también los momentos. Mientras te gritan al oído que no se volverán a repetir. Entonces piensas ¿Por qué se me permitió ser tan feliz? Ahora, que todo se ha desvanecido, no puedes más que echarlo de menos. Ya ni siquiera a él. Echas de menos los recuerdos. Porque todo era perfecto. Aquel verano que se te quedó grabado a fuego en la piel. 
Y lloras. Lloras por aquello que se fue. Por lo que nunca será lo mismo. Lloras por las canciones que tienen grabadas sus huellas. También por los sueños que habías labrado en un tapiz, al más puro estilo homérico. Entonces el sol te sorprende, envuelta en una coraza de cristal quebradizo. Y se rompe, porque no puedes más. 
Y tienes ganas de gritar. De sacar todo ese dolor que te retuerce por dentro. Toda la rabia acumulada contra tu propia persona. Porque ni siquiera eres capaz de mantener a alguien a tu lado. Y sientes que fracasas estrepitosamente. Y caes al pozo más profundo, aquel que parecía haberse olvidado de tu existencia. Caes y te ahogas en tus propias lágrimas. Y se te escapan los besos. Las emociones. Aquellos sentimientos que guardabas en una cajita, que se te antoja de Pandora, donde lo único que reside es la esperanza que parece disminuir por momentos. 
Entonces aparece. Esa luz al final del túnel. Que a momentos parece solo un reflejo, pero que cada vez se hace más fuerte. Una mano que te ayuda, que te soporta, que te saca. Y es entonces cuando, poco a poco, parece que todo cobra sentido de nuevo. Aunque sea solo un poco, tu corazón se va recomponiendo, incluso los trocitos más pequeños encajan. Y, a pesar de que aún le pienses, le quieras, sabes que todo acabará pasando. Tarde o temprano. 


"Ahora tengo que salir a buscar alguien que me arranque de cuajo la pena, de alguna manera tendré que olvidarte, tengo que olvidarme de alguna manera."

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Incendio

>> jueves, 11 de julio de 2013

- Que zozobra, que ironía, que desidia  que desilusión, que hastío, que aburrimiento. Y tal vez pase la vida sin pararse en un buen banco, de una plaza cualquiera, a fumarse un cigarro. Y es que estoy perdiendo el juicio, tengo el puño ya oxidado de tanto pegarle puñetazos al tejado. Y quisiera estar borracha, y quisiera soñar menos, quisiera un minuto en que no te eche de menos. Y quisiera otra guitarra y quisiera otra cabeza, quisiera estar alegre y quisiera la tristeza. 

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Yo me imaginaba un futuro pluscuamperfecto.

>> jueves, 20 de junio de 2013

- Las lágrimas se me han atragantado. Se han acomodado en mi tráquea y se sienten como en casa. 
La maraña de sentimientos inconexos me provocan unas arcadas que nacen de más allá de la boca del estómago. Mi cuerpo pesa toneladas. Es como si se hubiese aliviado, pero sabemos que esto solo acaba de empezar. Y no se siente preparado para otro golpe. Duro. Frío. No se siente preparado para afrontar un revés del destino, porque se ha cansado. Y las fuerzas se le han esfumado. Por eso pesa. Porque está tan vacío que ni siquiera el aire que quisiera dejar de respirar le llena.
Y mi corazón me grita. Las grietas se abren y sangran a borbotones. Pero yo no hago más que urgar en ellas y hacerlas más grandes. Más dolorosas. Y rebusco en mi cama una salida a todo esto. Aunque no llega nunca, ni siquiera en mis sueños. 
Creo que incluso he dejado de sentir. Lloro por costumbre. Echo de menos sonreír sin tener que pagarlo con creces instantes después. Yo no pido nada del otro mundo. No quiero tener que dormir bajo los efectos de pastillas porque las pesadillas no me abandonan. 
Yo solo le quiero a él. A nuestro antes. Y que este después se convierta en una espesa bruma. Que se la lleve el viento. Junto a todo lo que conlleva. 

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1999

>> sábado, 6 de abril de 2013


Hay canciones que duelen. Canciones que logran desgarrarte por dentro. Que amarran la maraña de sentimientos que te provocan y los envuelven en una espiral de confusión. 
Son aquellas que te evocan a tiempos pasados. Cuando no había más que disfrutar del tiempo. Pero no es un dolor desagradable. Te encanta. Disfrutas de cada palabra mientras tu herida interna supura lágrimas de antaño.
Porque todos hemos tenido un 1999. Una historia de amor de esas que parecen un huracán de sensaciones. En las que te tiras a un vacío lleno de porqués. Y la recuerdas. Y te arrepientes de hacerlo. Porque a partir de ella debería ir todo mejor. 
Se marchó. Aunque te parezca mentira, lo hizo. A veces por su propio pie. Otras tus gritos de desesperación la echaron. Y aún guardas sus fotos. Y, a veces, solo a veces, las miras. Porque todo parecía eterno. Una eternidad efímera que niega su propio concepto. Y aquel para siempre se convirtió en un jamás cargado de resentimiento. De golpes. Físicos y psicológicos. Internos. Provocados, por ti, por la situación. Y si duele, es que aún se quiere. Y si se quiere, es que aún no se a aprendido la lección. Entonces la vuelves a escuchar, de la única manera que puedes escucharla. Porque siempre lo haces cuando las cosas van mal, para fustigarte por no ser lo suficientemente buena para mantener un equilibrio entre los sentimientos y tu propio bienestar. 
Porque hay canciones que duelen. Y duelen tanto que parece insoportablemente grato. Porque todo se reduce a un sentimiento que se alimenta de recuerdos. Recuerdos imborrables que se repiten como eterno retorno. 
Entonces todo acaba. La canción se termina y empieza otra, con otra historia y otros sentimientos. Pero, en secreto, sabes que parte de tu alma se ha quedado con ese 1999 nunca vivido. Pero que, sin querer, has sufrido. 

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