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>> jueves, 20 de agosto de 2009

Ella no mira. Ella toca con esos ojazos que dios le ha dao.

Y si decide tocarte, ya puedes mantenerte ateo.
Que si ella está, las cosas son-
Y si no está, sólo hacen de punto. Y . Seguido. Entre. Tantos. Espacios.
Ella no te sonríe. Ella te dedica su boca.
Ella no te abraza. Ella te arroja a sus brazos.
Y tampoco te besa. En todo caso, te arropa en sus labios.
A ella no le expliques lo que es volver, porque ella siempre va.
No le hace falta que lo entiendas.
Ni que lo comprendas.
Ni tan siquiera que lo compartas.
Ella no espera nada de ti. No desesperes nada de ella.
Porque ella jamás se apunta. En todo caso, se enrola. Se embarca. Se lía.
No le pidas medias tintas, porque fue ella la que se bebió el tintero.
No le sigas la corriente, porque acabaras luchando solo contra los dos.
Y cuanto más te acostumbres, peor será el olvido.
Ella no camina. Ella mueve el mundo con sus pies.
Y cuando lo hace, o te apartas, o te aplastas.
Huye del compromiso porque sabe como comprometerse.
Huye de las cadenas porque sabe como encadenarse.
Y huye de lo que le persigue prefiere perseguir lo que le rehuye.
Ella ni es verdad ni es mentira, tontería tratar de meterla en un diccionario.
Si la respuesta es ella, cualquiera pudo haber sido la pregunta.
Y si ella fue la pregunta, respondas lo que respondas, te equivocas.
Ella no es modelo porque modelo es algo que se puede imitar.
Podría ser tu madre sólo por aquello de que madre solo hay más que una.
Y puta también porque a veces no sólo te cobra en especias. 
Pero no es amiga, porque amigos ya tiene y dicen que muy maltratados.
Tampoco le cabe lo de princesa, y no porque no sea de su talla.
Para confiar en ella hay que empezar por desconfiar en uno mismo.
Quererse poco, flojito, de lado y sin querer.
Cenarse la esperanza y beberse de un trago los nunca más.
Volverse un nadie cualquiera.
Borrarse la cara de vergüenza.
Y bajarse el orgullo hasta los tobillos.
Algún día, si sufres de suerte, puede que te encuentres con ella.
Que te ame a cobro revertido.
Que te deje contra reembolso.
Que te olvide sin remitente.
Si lo hace, por favor, dale las gracias.
De mi parte, sí.
Dile que la he podido olvidar hasta donde se me ha roto el recuerdo.
Que la estuve recordando hasta que me agoté de olvido.
Mientras tú se lo dices yo te espero aquí, sentado en esta nada.
En este dolor.
En esta fe.
En este antes disfrazado de después.
Ah, y no te preocupes.
Te guardaré las lágrimas que necesites.
Seguro que aún me sobran para los dos. 

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