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>> viernes, 26 de febrero de 2010

Era una chica. Estaba tumbada en el húmedo césped. Verde y fresco. Su larga melena rubia se contrastaba con aquel paisaje lleno de color. Preciosos hilos de oro fino que se dejaban caer en su tez lechosa. Entre aquellos resquicios de pelo se dejaban entrever unos labios carnosos y rosados. Respirando sensualmente el aire. Expulsándolo con excelente gracia mientras el ambiente se cargaba de su dulce aroma. Su cuerpo se dibujaba perfecto. Nívea piel que relucía ante un sol de verano. Escasa ropa aquel vestido de seda. Transparente por el rocío de la aurora. Agraciada ninfa se me antojaba casi un ángel caído del cielo. Colocada allí, al alcance de los ojos madrugadores para que el deseo se hiciera carnal en su cuerpo de pecado. Tan delicada al tacto y tan gélida al sentimiento. De quebradizo cristal. Hecha de viento que se escapa entre mis dedos. Abre los ojos. Me escondo detrás de la cerca y sigo observándola a través de un resquicio. Su mirada de ceniza recibe la luz de un nuevo día que crece detrás del horizonte. La enfoca hacía el astro rey. Sonríe sin motivo. Tormenta la que se inicia en su cara, que dejan caer las gotas y encharcar la ciudad de sus mejillas. Y sin dejar de sonreír seca sus lágrimas. Tan privadas que me abruma estar mirándola, pero mis ojos no pueden dejar de admirárla hasta que cruza la puerta de aquella casa de cristal y se pierde entre mi sorpresa y la mañana recién empezada.

Descripción de la chica de mi nueva historia.

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