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Forget. Forgot. Forgotten.

>> jueves, 24 de marzo de 2011

Entonces el tiempo se paró. Se fundió en aquellos ojos color primavera. Se sumergió en el manantial de sus labios y le robó el aliento para cuando su presencia fuese nada más que efímera ausencia. Se tragó el poco orgullo que le quedaba y se atragantó con los besos que acababa de robarle al final de su garganta. Respiró de aquel halo de misterio y gracia que la rodeaban y se ahogó junto a las caricias en el mar de sus formas. Los relojes no corrían y la vida parecía desmoronarse a su alrededor. La ciudad, encharcada por el tardío alba, dormía en un apacible sueño. Aquel amanecer que iluminaba el nuevo día junto al compás al suave latido de un corazón a punto de sufrir un vuelco. Despedidas en un portal alejado de miradas indiscretas. Reencuentros inesperados después de tanto tiempo que ni siquiera recordaban como sabían los besos deseados. Furtivos. Esperados hasta la saciedad que supone querer algo más que tu propio respirar.
Entonces el rompecabezas de sus recuerdos se acciona. Las lágrimas abordan sus ojos y encharcan el mar de sus mejillas, que no encuentran sitio donde anclarse. Y su conciencia le juega de nuevo una mala pasada, pensando en las tardes. En los amaneceres. En las frías madrugadas de duro invierno donde solo se encontraba calor en brazos ajenos. Donde fue a buscar el amor que nuca supo darse y que jamás le será devuelto.

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