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"Porque toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son"

>> domingo, 24 de julio de 2011

- Ella, sentada en un alejado lugar de aquel autobús a ninguna parte. O simplemente es que escogió la ruta más larga, a ver si por el camino se encontraba con algún pedacito de su existencia o una parte de ella que le recordara aquello de "que bonito es vivir la vida en sueños". La efímera presencia de él a su lado se le hizo completamente ausente, absorta entre la banda sonora de su vida y los pensamientos, que la llevaban a un lugar como poco muy alejado de aquellos monstruosos edificios de ciudad, con luces artificiales que de poco servían para alumbrar su camino, es más, aquello no conseguía más que aturdirla. Se apoyó en la ventana de manera tediosa. Suspiró de forma continuada y pesada, como si el simple echo de amarrar el aire con sus labios fuera un motivo de agotamiento. Cerró los ojos. Un segundo. Dos. Y fue entonces cuando su mano, descontrolada, algo pesada quizás, se arrastró buscando el calor que desprendía su piel. Y la encontró, despreocupada, tensa al contacto de ésta y algo reacia pero agradecida. Con el pulgar acariciaba la palma de él, y éste se dejaba hacer. Ella entrelazó sus dedos, y él aún con la mano abierta, cerró los ojos a su vez que la apretaba levemente. Echó la cabeza hacia atrás. Y ella seguía hipnotizada frente a la ventana, donde las gotas de una lluvia veraniega empezaban a emerger con fuerza desde el repentino cielo grisáceo. Entonces ella se giró de manera rápida. A él no le dio tiempo a apartar su mano, ella se la agarró con tanta fuerza que se vio incapaz de querer deshacer aquel lazo que en aquellos momentos los ataba de forma frágil. Ella se acercó a su rostro. Le temblaba incluso el alma. El miedo, por un momento quiso apoderarse de sus gestos pero venciéndole de forma interna siguió su camino pautado hacía ya demasiado tiempo. Él permanecía petrificado ante aquella escena propia de alguien con más suerte. Cuando le tenía a centímetros, cuando sus labios estaban a punto de rozarse paró, le miró y sin quererlo se fundió en aquellos ojos color primavera. Fue fugaz. Acarició sus labios con los propios. Después, y sin poder evitarlo los besó de manera apasionada. Pretendiendo respirar el aire que ahora mismo ella le cortaba y se quedaba entre ambas bocas. No sabía si él querría apartarse. No sabía si todo aquello podía significar el principio de un irremediable fin. De lo único que estaba completamente segura es de que en aquel momento solo quería estar entre sus labios. Y que, por esa vez, no tendría cabida el arrepentimiento entre sus sentimientos. Ni la nostalgia. Porque, aunque aquella magia solo durara lo que permaneció aquella llovizna chocando contra el cristal, podría seguir soñando una vez más.


"Ella duerme tras el vendaval, se quitó la ropa, sueña con despertar en otro tiempo y en otra ciudad. Dejarse llevar suena demasiado bien, jugar al azar, nunca saber donde puedes terminar o empezar."

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